Entre los estados vencidos, Alemania fue el más perjudicado. Por segunda vez vio cómo se malograba la oportunidad de convertirse en una potencia de rango mundial. Perdió la soberanía y su territorio fue repartido entre los vencedores.
Japón, aunque conservó su integridad territorial, quedó ocupado y administrado por los Estados Unidos, representados por el general MacArthur.
Dos estados salieron reforzadas del conflicto y se disputarían la hegemonía mundial en años venideros: Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Soviética. El primero, sostén fundamental de los aliados en la lucha contra las potencias del Eje, quedó durante un tiempo en situación ventajosa, fundamentando su posición en su enorme potencial económico y militar. Detentó el monopolio del poder nuclear, hasta que la URSS construyó su primera bomba, en 1949.
Consecuencias
